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FEM: Revista de la Fundación Educación Médica

On-line version ISSN 2014-9840Print version ISSN 2014-9832

FEM (Ed. impresa) vol.18 n.2 Barcelona Mar./Apr. 2015

https://dx.doi.org/10.4321/S2014-98322015000200001 

EDITORIAL

 

Garantizar facultades de medicina socialmente responsables y sostenibles requiere mantener la calidad y el profesorado necesario

Guaranteeing socially accountable and sustainable faculties of medicine requires maintaining adequate levels of quality and teaching staff

 

 

Ricardo Rigual-Bonastre

Catedrático de la Facultad de Medicina de Valladolid. Presidente de la Conferencia Nacional de Decanos de las Facultades de Medicina (CNDFM). E-mail: rrigual@ibgm.uva.es

 

 

La sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud (SNS) y de la universidad son dos focos de debate que centran la atención de políticos y medios de comunicación día tras día. Debate que no escapa a las facultades de medicina, ya que participan desde una doble vertiente: generan conocimiento y forman los futuros profesionales; pero también, para ejercer sus funciones precisan recursos e instalaciones adecuadas a la vez que requieren la sostenibilidad del SNS y de los recursos humanos necesarios.

Quienes participamos en la educación médica suscribiríamos, mayoritariamente, el título de este editorial, pero resulta obvio que lograr este objetivo no es sencillo y que los problemas para conseguirlo se han incrementado. La dificultad radica en lograr un acuerdo institucional (universidades, ministerios y consejerías educativas y sanitarias responsables) en el que los implicados apliquen el sentido común, que parece que no sobra. Me permitirán analizar la situación que padecen las facultades de medicina y apuntar algunas soluciones.

Actualmente existen 40 facultades de medicina, 31 de ellas públicas y nueve privadas. Unas tienen más experiencia y otras son más jóvenes. Doce se han creado en los últimos ocho años y en ocho de éstas todavía no ha finalizado la primera promoción. Como podría esperarse, los problemas relacionados con las plantillas docentes y su organización presentan diferencias importantes. De un lado, las facultades jóvenes tienen que adecuar y consolidar sus plantillas, mientras que las veteranas deben renovarlas. Otras diferencias son las distintas normativas por las que se rigen las plantillas de profesorado en las universidades públicas y en las privadas. Me centraré en los problemas a los que se enfrentan las facultades públicas -aunque algunos sean comunes-, que atienden al perfil de una facultad con amplia experiencia docente y, generalmente, con una extensa actividad investigadora.

Para acceder a la plantilla del profesorado universitario estable (funcionario o laboral) es necesaria la acreditación de la Agencia Nacional de Evaluación (ANECA) o de las agencias autonómicas autorizadas y, posteriormente, superar los concursos correspondientes en cada universidad. La normativa actual para esta acreditación valora fundamentalmente méritos docentes, de investigación y de gestión, sin atender las particularidades de un profesor clínico. En efecto, no se otorga la importancia que merecen los méritos asistenciales, siendo como es la asistencia un hecho diferencial a la que el futuro profesor clínico dedica la mayor parte de su jornada laboral. Según ha solicitado reiteradamente la Conferencia Nacional de Decanos de Facultades de Medicina (CNDFM), no se trata de restar importancia a los aspectos ya reconocidos, sino de valorar correctamente las tareas asistenciales, aspecto que confiamos que solucione la nueva normativa de acreditación, actualmente en fase avanzada de elaboración.

La plantilla docente de una facultad pública se organiza siguiendo la de los departamentos, que están constituidos por la agrupación, no siempre lógica, de varias áreas de conocimiento. En general, los departamentos de una facultad de medicina están formados por áreas de conocimiento preclínicas o clínicas y desempeñan funciones puramente administrativas, siendo las áreas de conocimiento las verdaderas unidades funcionales.

El profesorado de un departamento preclínico está constituido mayoritariamente por investigadores con dedicación exclusiva a la universidad. Sus plantillas están envejeciendo por la escasa renovación que ha supuesto la tasa de reposición del 10%. Por tanto, es necesaria la incorporación de nuevos profesores para atender sus funciones docentes e investigadoras, que debe elevarse desde el actual 50%. La falta de profesores médicos en los departamentos preclínicos dificulta enormemente la comunicación y la integración vertical entre materias básicas y clínicas, asignatura pendiente de las facultades de medicina. Sería conveniente lograr un equilibrio entre la formación médica y no médica de los profesores de materias básicas. Ello potenciaría tanto las tareas docentes como las investigadoras y favorecería la orientación médica en estas materias.

En los departamentos clínicos, el número de profesores vinculados -plaza estable docente/asistencial-funcionarios (catedráticos y profesores titulares)- es muy reducido y el de profesores contratados doctores vinculados (figura laboral) resulta prácticamente inexistente. Además, su distribución es heterogénea: una misma área de conocimiento está hipertrofiada en una facultad, mientras que en otras es deficitaria. Asimismo, existen diferencias importantes entre áreas de conocimiento, siendo más deficitarias las especialidades quirúrgicas o áreas con menor tradición investigadora. En muchas facultades existen áreas en las que no se dispone de profesor vinculado alguno. Los profesores asociados de ciencias de la salud -profesores no estables- constituyen un grupo muy importante en todas las facultades. Tradicionalmente, este profesorado no estable se encargaba de las actividades prácticas, aunque ante la falta de profesores vinculados participa cada vez más de las actividades teóricas.

Esta breve descripción de las plantillas docentes y su distribución en las facultades de medicina permite preguntar: ¿por qué los médicos de los hospitales universitarios no tienen interés en ser profesores vinculados?, ¿es adecuada la organización del profesorado clínico? Existen varias razones que explican esta falta de interés. La principal es el poco atractivo de la carrera docente: ocupar una plaza de profesor vinculado exige un esfuerzo adicional para compaginar las tareas asistenciales, docentes e investigadoras, sin obtener a cambio un reconocimiento de la universidad ni de la institución sanitaria. Dicho reconocimiento, que afecta a ambas instituciones, debe basarse en facilitar las funciones asistenciales, investigadoras y docentes del profesor vinculado en una misma jornada laboral. Además, este esfuerzo debe contemplarse como mérito en la promoción de la categoría asistencial y plasmarse en su retribución.

La ya comentada falta de atractivo y la dificultad para lograr la acreditación que permita optar a una plaza de profesor vinculado ha conducido a la disminución ostensible del número de profesores acreditados de las áreas clínicas. A esta reducción se añade que este profesorado vinculado se concentra en departamentos y facultades con mayor tradición investigadora, quedando especialmente en precario aquellas facultades donde son más necesarios. La cultura de la movilidad no está arraigada en España y la estructura administrativa no la favorece. Si a esta problemática unimos que en cada comunidad autónoma es necesario el acuerdo entre la universidad y las autoridades sanitarias para dotar una plaza vinculada y que la equivalencia académico/asistencial inicial para cualquier categoría de profesor vinculado es la de licenciado especialista, tenemos todos los ingredientes precisos para frenar la movilidad de profesores vinculados o acreditados.

Tras visualizar los problemas de falta de atractivo y dificultad de acreditación y de movilidad, todas inherentes a la figura de profesor vinculado, debemos pensar si hay que cambiar la organización de las plantillas docentes y si merece la pena continuar con la figura del profesor vinculado. Probablemente algo habrá que modificar, pero todo indica que el profesor vinculado, concebido como una figura de compromiso, sigue siendo vigente en una universidad pública concertada con hospitales públicos, pues une en una misma figura una plaza docente con una asistencial. Por otra parte, debería reconsiderarse la figura del profesor contratado doctor para que el régimen laboral fuera mejor aceptado por los médicos hospitalarios, o bien estudiar una figura intermedia entre la de asociado y funcionario vinculado, que permita establecer una carrera docente asistencial más gradual.

El SNS dispone de excelentes profesionales que tendrían un futuro académico y asistencial muy prometedor si hubiera una apuesta gubernamental decidida para atraer a médicos asistenciales a la docencia universitaria. Si las autoridades, tanto universitarias como sanitarias, quieren mantener facultades de medicina de calidad que den respuesta a las demandas de la ciudadanía, deben entender la particularidad del profesorado implicado en la asistencia-docencia-investigación y, en consecuencia, garantizar su número y calidad en las facultades de medicina.

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