Hemos leído con interés el artículo de Rodríguez-Martínez et al [1], publicado en la revista, sobre WhatsApp en estudiantes de ciencias de la salud, y quisiéramos hacer una serie de reflexiones.
En la última década hemos visto que nuestros alumnos están ‘siempre conectados’ [2]. Todos tienen acceso a Internet, disponen de smartphones y muchos de ellos están en redes sociales. Es de dominio público que, tras la aparición de WhatsApp con carácter gratuito, ésta se ha convertido en la vía de comunicación más usada por los adolescentes [3]. Del estudio de Rodríguez-Martínez et al nos llama poderosamente la atención que ‘sólo’ utilicen esa forma de comunicación 65 minutos frente a los 248 minutos de media que pensaban los alumnos. Nuestra impresión es que probablemente el tiempo que dedican nuestros universitarios en esta aplicación es de dos a cuatro horas al día.
En su estudio no se encontró una relación lineal inversa entre la utilización de WhatsApp y la calificación académica, sino una tendencia positiva en el sentido de que aquellos que enviaban y recibían más mensajes, obtenían mejores calificaciones. En la bibliografía reciente podemos ver que casi todos los estudios relacionan el tiempo dedicado a nuevas tecnologías con los resultados académicos: a mayor tiempo dedicado, peor resultado [4].
Otro problema que debe plantearse, al menos desde nuestro punto de vista, es la limitación o no del uso de los smartphones [5] durante las clases magistrales. En la mayoría de los estudios se demuestra que es negativo para el aprendizaje la multitarea [6] de los alumnos tanto utilizando WhatsApp [7] como cualquier otra red social. En un estudio previo de nuestro grupo [8], cuando todavía no existía WhatsApp, demostramos que la mensajería instantánea (SMS) utilizada durante las clases era percibida por los alumnos como un elemento negativo para su aprendizaje.