Los premios nacionales de investigación, el mayor reconocimiento con el que el Ministerio de Ciencia de España distingue a los científicos españoles, dejarán de llevar el nombre de investigadores ilustres, entre otros, el de Gregorio Marañón [1]. A nuestro juicio, la supresión del nombre del Dr. Marañón en el encabezamiento del premio de investigación de medicina es olvidar, de algún modo, un modelo de ejemplaridad que ha marcado el profesionalismo de generaciones de médicos. Ricoeur, en su texto La memoria, la historia, el olvido [2], plantea que la memoria es la capacidad de transitar los hechos en el pasado y establecer un vínculo con el presente. Por ello, es necesario recordar y reavivar la memoria con la obra del Dr. Marañón, que nos señala con claridad meridiana lo que implica ejercer hoy una medicina integral centrada en el paciente.
La profesión médica tiene un marcado sentido vocacional que está estrechamente vinculado a su dimensión ética como se describe en la obra del Dr. Marañón Vocación y ética [3], donde se nos dice que ‘del médico se espera más; se espera que sea excelente, que haga las cosas lo mejor posible, que ponga su vida al servicio de su profesión. Y esto sólo se conseguirá a través de la vocación y de la fidelidad a la vocación. Actualmente, el desarrollo y la implantación de los avances científicos y tecnológicos han aportado a la medicina una importante variedad de recursos que facilita a los médicos optimizar el diagnóstico y la terapéutica, mejorando la calidad de vida del paciente. Pero, paralelamente a estos progresos, se ha incrementado la burocratización de los sistemas de salud, lo que ha generado, en menor o mayor medida, la deshumanización de la asistencia.
Por ello, y siguiendo la estela del Dr. Marañón, es preciso cuidar y promover la vocación de los médicos en ejercicio y de los alumnos de medicina. Desde este planteamiento vocacional es posible una asistencia integral de excelencia que esté centrada en los pacientes; donde las tecnologías sean complementarias y no sustituyan la atención personalizada. La vigencia del pensamiento del Dr. Marañón se resume en la respuesta que dio a alguien que le preguntó qué ‘aparato’ había hecho progresar más a la medicina. Su contestación fue ‘la silla’, porque es en la cabecera de la cama del enfermo donde la praxis médica se configura como una cátedra docente [4]. La obra y la figura ejemplar de Gregorio Marañón como médico integral, técnico y al mismo tiempo humanista son plenamente actuales, porque los valores que transmite trascienden al tiempo. Por ello, y dada nuestra tendencia al olvido, nos obligan a preservar y recordar la herencia ética de este médico cuya gigantesca figura marcó una época de la historia de España.