SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.26 número2Propuesta para mejorar la formación en profesionalismo y en competencias transversales en los estudios de medicina de las universidades de Cataluña índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


FEM: Revista de la Fundación Educación Médica

versión On-line ISSN 2014-9840versión impresa ISSN 2014-9832

FEM (Ed. impresa) vol.26 no.2 Barcelona abr. 2023  Epub 05-Jun-2023

https://dx.doi.org/10.33588/fem.262.1271 

EDITORIAL

La inteligencia artificial y la educación médica (I): la revolución profesional

Arcadi Gual1  2  3  4 

1Universitat de Barcelona

2Fundación Educación Médica

3Reial Acadèmia de Medicina

4SEAFORMEC

Poco después del verano de 2022, ordenando ideas para el encargo de una conferencia sobre ‘El médico del futuro , revisé el libro que en 2009 publicó la Fundación Educación Médica con el mismo título, El médico del futuro. Dejaré para mejor ocasión lamentarme sobre los escasos logros alcanzados respecto a las propuestas que los autores de la Fundación Educación Médica proponían en la citada monografía. Sin embargo, al releer dicho texto, me sorprendieron dos aspectos. Uno se refiere a la vigencia de sus propuestas. El otro fue apreciar la falta de perspectiva sobre la relevancia que las nuevas tecnologías tendrían para la medicina en general y para la educación médica en particular.

Quizás se pueda justificar que, durante los 14 años pasados desde la publicación de dicha monografía, el desarrollo tecnológico ha sido vertiginoso. Hablar de nuevas tecnologías hace 14 años hacía referencia al uso de ordenadores y no estaba en cuestión la inteligencia artificial (IA). Hoy en día, hablamos de transformación digital, de firma digital, del metaverso, de avatares y de IA, sin recordar que hace cuatro días usábamos máquinas de escribir, algunas muy modernas, con la incorporación de la tecla correctora.

En esta introducción debo señalar una cuestión más. Las hemerotecas de los principales periódicos nacionales españoles del último trimestre de 2022 muestran escasas referencias sobre la IA, pero, si repetimos el ejercicio en el primer trimestre de 2023, las citas a la IA aparecen de forma exponencial. Hoy en día encontramos a diario citas sobre la IA en los periódicos, en la radio y la televisión, y especialmente en las redes sociales. Liderados por el programa ChatGPT, pero acompañado por muchos más programas competidores (Frase.io, Salesforce Einstein, NetBase Quid, Synthesia, Sembly y Grammarly, entre otros), la IA está en boca de todos.

Es necesario referir que no soy un experto en IA y que, por tanto, no estoy capacitado para profundizar en sus entrañas. Soy un universitario, profesor emérito de medicina, que, por mi experiencia, me permito opinar sobre el proceso de aprender/enseñar. Este editorial, pues, no pretende referirse a lo que es la IA, sino que se dirige a explorar cómo usar la IA como instrumento/técnica para la mejora del ejercicio profesional del médico, así como para la mejora de los procesos de aprendizaje de la medicina.

El futuro de la medicina, como lo ha estado siempre, está en su adaptación a los cambios tanto tecnológicos como sociales. Y quisiera enfatizar la importancia del ‘tanto’, que no subordina unos cambios a los otros, sino que los iguala.

Insistir en la trascendencia de la transformación de la técnica, reclamarles la atención sobre la revolución tecnológica, es innecesario. Ya Charles Spencer Chaplin (Charlot) nos dedicó en 1936, en su película Tiempos modernos, una reflexión llena de humor sobre de lo que es capaz la tecnología y la importancia de que ésta, la tecnología, se adapte a la persona en lugar de que la persona se adapte a la tecnología. La evolución de la tecnología, en general, y de la tecnología biomédica, en particular, no sólo ha superado a Charlot y a Jules Verne, sino que está en una fase exponencial muy, muy cerca de su asíntota. Lo que hoy nos sorprende por novedoso, mañana ya está superado y no es noticia.

El otro componente revolucionario, el componente social, también se merece una reflexión. La revolución social se nos aparece como menos espectacular, menos exponencial, quizá más lenta, más discontinua en el tiempo, pero no menos dramática. Entre otros ejemplos fáciles, podemos recordar la Revolución francesa, o quizá nos pueda servir de ejemplo el inicio de la película Novecento, en el que toman vida los personajes del lienzo El cuarto estado camino de la huelga y símbolo de la Revolución industrial. Los campesinos, tras la hambruna, buscaron trabajo en la ciudad y se encontraron con la explotación del proletariado; de ‘Guatemala a Guatepeor’. La revolución tecnológica no sólo no mejoró las diferencias entre clases sociales, sino que aumentó la distancia entre ellas. Anunciar una nueva revolución social ni es cosa de agoreros ni es una quimera. No nos equivoquemos, hemos tardado tiempo en aceptar evidencias sobre el cambio climático. Ahora toca esforzarse en compatibilizar el desarrollo tecnológico, la IA y la paz social.

Aunque pueda parecer que las disquisiciones de esta introducción nos alejan de la IA y la educación médica, no estamos lejos de conectar los escenarios. El metaverso ya no es una palabra, es una realidad. Sin embargo, ni la formación de grado en Medicina, ni la formación especializada, ni la formación médica continuada toman seriamente en cuenta esta realidad. Con técnicas de hoy educamos médicos para ejercer la medicina de ayer y, en el mejor de los casos, pensamos en las metodologías de mañana para educar a médicos para la medicina de hoy. ¿Alguien piensa en educar médicos para el futuro?

Físicos, bioinformáticos o matemáticos trazan ecuaciones para anticipar la evolución de los tumores en el Departamento de Oncología Matemática integrada del Centro Moffitt (Florida, Estados Unidos). Tampoco hay que irse tan lejos: los profesores Ben Lehner y James Sharpe lideran un proyecto de biología predictiva en el clúster científico de la Ciutadella-Barcelona. El Hospital del Mar, en Cataluña, un ejemplo entre muchos otros hospitales españoles, incorpora herramientas de aprendizaje automático para planificar la irradiación del cerebro, esto es, incorpora en la terapéutica la IA. Sirvan estos dos ejemplos, hay muchos más, para indicar que la IA ya se usa en España tanto en el diagnóstico como en el tratamiento de pacientes. Se podrá esgrimir que es cierto, pero a pequeña escala. Se podrá esgrimir que son reales estas prácticas, pero en patologías o situaciones muy concretas. Pero la reflexión que debemos hacer es que en un corto período de tiempo estas situaciones especiales o infrecuentes se generalizarán y se convertirán en la norma. La presencia de la IA en diferentes vertientes de la medicina (aprendizaje/ejercicio) no es una profecía, es una realidad.

Llegados a este punto, es posible plantearnos una pregunta provocadora. Si en pocos años (¿una década?) la IA permite diagnosticar y determinar la terapéutica más adecuada para un paciente, ¿qué le quedará por hacer al médico?

Al médico del futuro le quedarán muchas cosas por hacer. Afortunadamente, el médico no perderá su trabajo. Dichosamente, el paciente continuará encontrando la mano afectuosa de una persona y no de una máquina. Y, felizmente, la ciudadanía continuará disponiendo de un líder del equipo asistencial. Si releemos y nos creemos el corpus hippocraticum (seguramente, más galénico que hipocrático) y recogemos lo más transcendente de su legado, resumiríamos que los valores del médico se sustentan en la incorporación simultánea de dos conceptos: la philotechníe y philanthropíe.

El médico pertenece al grupo de los profesionales que aman la ciencia y el conocimiento técnico, la téchnē, pero el médico no utiliza su técnica de manera libre y desordenada, sino que la utiliza siguiendo los principios éticos propios de su profesión. La práctica médica se basa tanto en el conocimiento de la ciencia (amor por la ciencia/técnica), la philotechníe, como en los principios éticos y el respeto por la humanidad (amor por la persona/hombre), la philanthropíe.

Los hipocráticos, y nosotros debemos hipocratizarnos, no consideran al médico tan sólo como un profesional más, como un téchnitēs, sino que lo consideran como un investigador de la naturaleza humana. La consecuencia es sencilla, las dos vertientes técnica y humana son esenciales en el médico, que, si persigue la excelencia, deberá mostrarlas. El profesional médico sólo caminará hacia la excelencia si además de mostrar los mejores conocimientos (competencias específicas) se alinea con los tres principios universales reconocidos por la medicina del siglo XXI: a) el principio de primacía del bienestar del paciente; b) el principio de autonomía del paciente; y c) el principio de justicia social.

Pero estos principios, estos valores (Aristóteles nos hablaría de virtudes), ¿dónde están? ¿Quién los enseña? ¿Cómo se practican? Los códigos de deontología y las guías que los anglosajones nos han introducido albergan las claves del ‘profesionalismo médico’. Pero lo que realmente nos debe preocupar, ahora que la IA ya convive con nosotros, es ¿cómo casamos la revolución tecnológica de la IA con el profesionalismo? Esto es, ¿cómo compatibilizamos la philotechníe con la philanthropíe? Adela Cortina nos avisa de que la moral es un artículo de primera necesidad en las sociedades avanzadas, profundamente desmoralizadas, en las que cualquier reto nos desborda. Es urgente, pues, antes de que la revolución tecnológica apisone y ‘tecnifique’ a todos los médicos, que demos un paso más y reconstruyamos el juramento hipocrático y lo actualicemos no sólo al presente siglo XXI, sino con visión para más allá. Hoy ya no juramos a los dioses, sino que establecemos relaciones contractuales basadas en los tres principios antes señalados. Es momento de sacar a la luz un contrato social hasta ahora tácito, un contrato entre el médico y el paciente o, si lo prefieren, entre la profesión médica y la ciudadanía. Es hora de que los profesionales, preocupados por las revoluciones tecnológica y social, exponencial la primera y amenazante la segunda, se levanten para afrontar otra revolución: la revolución profesional, la revolución de los profesionales.

La formación de grado, la formación especializada y la formación continuada han de comprometerse tanto con la philotechníe como con la philanthropíe. Los valores, las virtudes, se pueden formular y describir en la clase o en un libro, pero sólo con la clase o con el libro el alumno no aprende a vivir los valores de la profesión. El alumno o compañero de grado, de especializada o de continuada, aprende lo que vive en su entorno profesional y, por tanto, el role modeling adquiere una relevancia singular en el aprendizaje de los valores, en el profesionalismo médico. La revolución de los profesionales empezará cuando nos creamos que la excelencia requiere los dos componentes, el técnico y el humano.

La revolución de los profesionales es creer que la mejor manera de formar buenos profesionales es ser buenos profesionales. Es creer en que la influencia de nuestra actividad profesional formará mejores médicos. Es querer ser influencers de nuestros compañeros. La revolución de los profesionales no es abandonarnos a merced de la técnica y de los cambios sociales (que, por supuesto, incorporaremos según proceda). La revolución de los profesionales es ser y formar influencers. Es ejercer con profesionalismo siguiendo códigos, contratos sociales, principios y valores médicos con la base del compromiso revolucionario que permitirá incorporar la IA en la cultura de los médicos.

[Continuará: La inteligencia artificial y la educación médica (II): el bienestar del paciente].

Cómo citar este artículo:Gual A. La inteligencia artificial y la educación médica (I): la revolución profesional. FEM 2023; 26: 43-7. doi: 10.33588/fem.262.1271.

[Continuará: La inteligencia artificial y la educación médica (II): el bienestar del paciente].

E-mail: agual@ub.edu

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons