Introducción
Las vacunas han demostrado una efectividad y eficacia importante en cuanto a la prevención de infectarse y a la disminución de la mortalidad por COVID-191,2. En Perú se empezó el proceso de vacunación a inicios de febrero, y esto ha sido importante para bajar la mortalidad en diversas poblaciones, por ejemplo, el Instituto Nacional de Salud (INS) tiene reportes de que hay menos mortalidad en los médicos peruanos desde que se les inmunizó3. Esto mismo pasa en múltiples poblaciones que ya están empezando a acceder a las vacunas, sobre todo entre los adultos mayores, aquellos que tiene alguna predisposición, alguna enfermedad de riesgo u otros que se ha priorizado en esta primera etapa de vacunación4. Por lo que, las vacunas actualmente deben llegar a la mayor cantidad de población peruana, y para esto se han generado múltiples campañas de vacunación y se va avanzando cada vez más, con la finalidad de llegar a la “inmunidad de rebaño”5.
Esto también se tiene que aplicar a aquellos que están en la población económicamente activa, ya que, cada vez son más los sectores laborales que empiezan a retomar sus funciones para la paulatina reincorporación presencial6. Sin embargo, esto todavía está que se prioriza en trabajadores de zonas urbanas, sobre todo por el hecho de que algunas de las vacunas que más se están utilizando requieren una cadena de frío y, por ende, la logística para que estas se puedan almacenar adecuadamente7. Por lo que, aún no se tiene conocimiento de cómo es la aceptación que tendrían los trabajadores de las zonas rurales respecto a las vacunas que les llegarán en estas semanas o meses, sabiendo que en algunos casos se han visto problemas para la aceptación de las vacunas8,9. Por lo que, el estudio tuvo el objetivo de determinar los factores socio-laborales asociados al no quererse vacunar contra la COVID-19 en trabajadores rurales de la sierra centro peruana.
Material y Métodos
El tipo de estudio que se realizo fue observacional, transversal, analítico y prospectivo. La población estuvo conformada por trabajadores de la zona rural de la ciudad de Chupaca, los cuales incluían diversas áreas de ocupación, que comparten características sociales, económicas y culturales con otras zonas rurales del país.
Se calculó que se requerían como mínimo 436 trabajadores, esto debido a que se realizó un piloto previo en donde se vio que la máxima diferencia era de 6% (se querían vacunar 74% para otros rubros y 68% para un rubro laboral), esto se calculó con el 80% de potencia, 95% de nivel de confianza y para una muestra única; se reclutó a algunos trabajadores más por si se tenía que hacer exclusiones por encuestas mal llenadas. Se incluyó a los trabajadores mayores de 18 años, que actualmente laboren en la zona rural de la ciudad Chupaca y que brinden su consentimiento voluntario para participar en el estudio. Se excluyó a trabajadores que respondan de manera inadecuada en el cuestionario (se excluyó a 35 personas por este motivo).
El proyecto fue revisado y aprobado por el comité de ética de la universidad continental, después, se procedió a la recolección de datos, donde se utilizó una encuesta validada previamente en el Perú, la Escala-VAC-COVID10. Todo esto mediante encuestas físicas que fueron tomadas de forma domiciliaria, en establecimientos comerciales y centros de salud de la zona rural. Previo al encuestado se tomó el consentimiento verbal del participante, donde se le explicó el objetivo del estudio y que era de forma anónima y voluntaria, este encuestado fue realizado desde abril hasta junio del 2021, luego se pasó todos estos datos a una plantilla del programa Microsoft Excel; para su posterior análisis estadístico.
Se incluyó dos grupos de variables en el estudio, la primera fue las razones porque no se pondrían la vacuna y la segunda fueron las razones porque si se pondrían la vacuna. Cada sección contenía una serie de ítems. Para definir a los que si deseaban vacunarse se colapsó dos de las posibles respuestas (de acuerdo y muy de acuerdo), la que sería comparada versus las otras tres posibles respuestas (indiferente, desacuerdo y muy en desacuerdo). Además, se indagó por algunas variables demográficas: sexo, edad, estado civil, ocupación y si el paciente ya se había enfermado de COVID-19 y, de ser ese el caso, con qué método se le realizó el diagnóstico.
Luego de obtener las respuestas, se realizó la depuración de la base de datos, esto se realizó en el programa Microsoft Excel (para Windows 2019). Posteriormente se pasó al análisis estadístico en el programa Stata (versión 14.0), para la estadística descriptiva de las variables categóricas se halló la frecuencia y porcentajes, además, para las variables cuantitativas se realizó prueba de normalidad, según eso se eligió la mejor medida de tendencia central y de dispersión. Para la estadística analítica se trabajó con una significancia estadística del 95% y se consideró a los valores p<0,05 como estadísticamente significativos. Para la obtención de los modelos crudos (bivariados) y ajustados (multivariados) se usó los modelos lineales generalizados; con el uso de la familia Poisson, la función de enlace log y modelos para varianzas robustas. Con todo esto se obtuvo las razones de prevalencia, intervalos de confianza al 95% y valores p.
Se respetó la ética en todo momento, la encuesta fue anónima y voluntaria, previo consentimiento verbal de los trabajadores rurales, siempre se respetó los parámetros de Helsinki que guían las investigaciones con seres humanos.
Resultados
De los 501 trabajadores rurales encuestados, el 50,7% (254) fueron mujeres, la mediana de edades fue de 35 años (rango intercuartílico: 28-45 años), el 38,3% (192) tenía estado civil soltero(a), el 81,4% (408) residía en la misma ciudad en donde se hizo el encuestado, el 20,2% (101) laboraba de forma independiente y tenían una mediana de 10 años de antigüedad laboral (rango intercuartílico: 3-20 años (Tabla 1).
En la Figura 1, se observa que el sector de trabajadores independientes (20,2%) y agricultores (17,1%) ocupan la mayor cantidad de trabajadores rurales de la muestra obtenida.
El 24,3% (122) habían tenido el COVID-19, de los cuales: habían 28 sido diagnosticados por prueba molecular, 78 por prueba rápida y 16 por clínica/sintomatología. En cuanto a la percepción de los motivos por los que se pondría o no la vacuna contra el COVID-19, dentro de los motivos por los que no se vacunaría el principal fue por el pensar que no confía en mi sistema ni en el personal de salud (27,9% y 27,3% muy de acuerdo o de acuerdo, respectivamente) y el pensar que una vida saludable es suficiente para combatir enfermedades (26,4% y 28,9% muy de acuerdo o de acuerdo, respectivamente). Según los motivos por los que si se vacunarían están el que con eso puede contribuir a la mejora de la salud de mi familia (47,9% y 27,7% muy de acuerdo o de acuerdo, respectivamente) y que quiere regresar a su vida de cómo era antes de la pandemia (47,3% y 29,3% muy de acuerdo o de acuerdo, respectivamente) (Tabla 2).
Al realizar el análisis bivariado se encontró que hubo asociación de la percepción de vacunarse según la ciudad en la que residía (p=0,004), según trabajar en el sector agricultura (p<0,001), educación (p=0,043), salud (p=0,018), según la antigüedad laboral (p=0,007), si no se enfermó (p=0,001) o si no sabe si se enfermó (p<0,001) (Tabla 3).
En el análisis multivariado, los que no querían vacunarse eran los que pertenecían al sector agricultura (RPa: 1,88; IC95%: 1,24-2,86; valor p=0,003), los que aún no tuvieron la enfermedad (RPa: 1,61; IC95%: 1,01-2,56; valor p=0,045) o lo que no sabían si la habían tenido (RPa: 1,85; IC95%: 1,12-3,07; valor p=0,017), por el contrario, los que más querían vacunarse eran los del sector salud (RPa: 0,12; IC95%: 0,02-0,82; valor p=0,031), ajustado por la ciudad en donde residían (Tabla 4).
Discusión
Se encontró una asociación significativa entre no confiar en el sistema de salud ni el personal de salud con la intención de no vacunarse. Esto se podría deberse por el hecho que a veces el personal tiene un limitado contacto con la población, esto sobre todo en las zonas rurales, en donde las distancias son mayores y el personal no puede realizar actividades de promoción y prevención y de mayor acercamiento; esto ha sido mostrado en vacunación de la rabia en una población rural del departamento de Amazonas11. Además, si a lo anterior se suma que las poblaciones de zona rural buscan una menor atención médica y tienen menor participación en campañas de salud preventiva, esto a comparación que las zonas urbanas12. Lo que también es influido por alguna información errónea o experiencias negativas, que en su conjunto afectan la confianza y generan un temor hacia las instituciones y personal de salud, como se identificó en un estudio de vacunas contra el dengue en la población de Filipinas, que generó miedo y desconfianza entre la población13. Estas son solo algunas de las posibles explicaciones que encontramos en la literatura, sin embargo, se considera que este es un tema muy complejo, que además ha sido poco estudiado en población rural, por lo que, futuras investigaciones deberán tratar de seguir indagando acerca de la percepción de la atención y del personal de salud en estas poblaciones alejadas, ya que, podrían ser un gran problema en situaciones como esta.
Se encontró una asociación significativa entre la intención de vacunarse para proteger a su familia y volver a la vida de antes. Esta preocupación fue identificada en un grupo laboral de personal de salud, que manifestaron una gran preocupación por el hecho de que podrían llevar el virus a casa y contagiar a sus seres queridos; lo que incluso podría tener repercusiones mayores, como el internamiento en alguna unidad de cuidados intensivos o incluso que se llegue a la muerte14. Esto de volver a la vida de antes se puede explicar por qué múltiples resultados nos dan a conocer que en estas épocas se han aumentado los sentimientos negativos, tales como la carga negativa de estrés, la angustia, la ansiedad y síntomas depresivos en las personas; esto en poblaciones peruanas durante el aislamiento social obligatorio15,16. Por lo que, la población ya quiere salir de esto y los otros problemas (de movilización, la posibilidad de reunirse, la asistencia a eventos masivos, entre otros muchos), todos en su conjunto han limitado la interacción social que tenían antes de la pandemia, es así que en última encuesta realizada por la institución Global Advisor se muestra que el 43% de los encuestados manifestaron impaciencia por volver a la vida de normal17. Estos sentimientos deberían ser analizados y usados por las instituciones de la salud, para que las campañas a favor de las vacunas se basen en estos ítems principalmente.
Nuestros resultados mostraron que los trabajadores del sector agricultura tuvieron una menor aceptación a la vacunación para la COVID-19. Esto puede deberse tanto a un bajo nivel educativo y alfabetización, que se ha encontrado como más frecuente dentro del sector18; no se puede generalizar a todos los trabajadores, pero se tienen reportes de que en este sector hay muchas más deficiencias educativas que en otros, lo que podría llevar a percibir a la enfermedad como una de bajo riesgo, o que tengan muchas dudas en cuanto al proceso de vacunación, entre otras muchísimas explicaciones posibles derivadas de un bajo nivel de educación y acceso a la información. Este mismo resultado se reporta en un estudio realizado en trabajadores de Italia, donde los agricultores tenían menor intención de vacunarse (28%), cuando menos en comparación a profesionales, gerentes y maestros (36%)19. Sin embargo, esto no necesariamente es algo global u absoluto, ya que, en un estudio realizado en trabajadores de china se mostró que los agricultores tuvieron la mayor intención de vacunarse contra la COVID-19 (89%) frente a otros profesionales (79%)20. Es por estos resultados diferentes que se deben conducir estudios específicos, que intenten dilucidar si es que es en realidad este sector laboral el que tiene menos intención de vacunarse, así como, las causas que lo originan; esto mediante estudios mucho más grandes y representativos en diversas poblaciones laborales.
En este estudio los trabajadores sanitarios tuvieron la mayor aceptación para vacunarse contra COVID-19, esto en parte se puede explicar por mayor nivel educativo y de conocimiento respecto a la seguridad, efectividad y proceso de la vacunación. Esto fue reportado en trabajadores de salud del Cabo Oriental (Sudáfrica), donde un factor esencial para la aceptación de las vacunas era el nivel educativo/conocimiento que tenían los profesionales21. Al igual que otro estudio realizado en Francia, donde la predisposición para recibir vacunas aumentó con los antecedentes académicos22. En cambio, en un estudio realizado en trabajadores sanitarios de China se encontró que a mayor nivel educativo había menor disposición de vacunarse23; lo que es raro, pero si ha sido reportado. Además, este sector tiene mayor percepción de gravedad respecto a la enfermedad, como también mayor percepción de riesgo de contagio, así como, en dos estudios -realizados en Francia e Irak- los trabajadores de salud tuvieron mayor intención de vacunarse por percibir un mayor riesgo a infectarse y gravedad mayor de la infección por COVID-19, en comparación con la población general24,25.
En este estudio se muestra que los trabajadores que no enfermaron por COVID-19 o no sabían que tenían la enfermedad tenían menor intención de vacunarse, esto se puede explicarse por una falta de experiencia ante la enfermedad, que los llevaría a percibir una menor amenaza de infectarse y, por tanto, una menor necesidad de protegerse. Esto se contrasta en un estudio realizado Francia, donde la tasa de rechazo a la vacunación disminuyó en trabajadores con experiencia previa de exposición al COVID-19 (según el haber tenido síntomas o conocer a alguien que padeció de la enfermedad) 26. Este resultado es importante, ya que, esto puede orientar a las autoridades por si se requiera un refuerzo (3ra dosis o una nueva vacuna), sobre todo debido a que se ha hipotetizado que la COVID-19 es una enfermedad que aún se quedará con nosotros por muchos años, así que, no es tan alejado el hecho de que se tenga que poner nuevas vacunas, incluso entre los que ya tuvieron la enfermedad.
El estudio tiene la limitación de que no se pueden extrapolar los resultados más allá de esta comunidad rural en la sierra centro del Perú, por lo que, los futuros estudios deberán tratar de encuestar a mayores comunidades, con más cantidad de variables y diseños que permitan explicar a detalle el por qué los trabajadores no querrían vacunarse. Por el momento, estos resultados que presentamos podrían servir para que otros investigadores planteen hipótesis y evalúen a cada población en particular.
Por todo lo encontrado se concluye que, el mayor porcentaje de negativa a la vacunación estuvo en quienes pertenecían al sector agricultura, quienes aún no tuvieron la enfermedad o los que no sabían si la habían tenido, y el mayor porcentaje de aceptación a la vacunación estuvo en los trabajadores del sector salud.