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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

On-line version ISSN 2340-2733Print version ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.36 n.129 Madrid Jan./Jun. 2016

 

CRÍTICA DE LIBROS

 

Aportaciones a un psicoanálisis sin salvación

Contribution to a psychoanalysis without salvation

 

 

Abraham Godínez Aldrete

Guadalajara, México.
abrahamgodinez@outlook.com

 

 

Francisco PEREÑA (2015), Repetición e historia: Un ensayo sobre lo trágico, Madrid, Síntesis. ISBN: 978-84-9077-240-9, 192 páginas.

"¡Oh desventurado! ¡Que nunca llegues a saber quién eres!"

Sófocles, Edipo rey, 1065

Hace catorce años, en El hombre sin argumento, Francisco Pereña había escrito esto: "Lo trágico es llegar a saber acerca de lo que ya no admite reparación" (1). Ahora publica Repetición e historia: un ensayo sobre lo trágico. Este nuevo libro tiene como tesis central una idea que el autor ha trabajado a lo largo de su obra: el dolor, la soledad y el extravío del ser humano son irremediables, no hay salvación.

Francisco Pereña establece una oposición entre Historia y Repetición que se traduce en un antagonismo entre Salvación y Tragedia. Cabe recordar que la comprensión lineal de la historia es una concepción judeocristiana. El Cristianismo introduce una ruptura radical con el tiempo cíclico de la Antigüedad: el tiempo no es un pasado mítico que se reactualiza en el presente y se espera en el futuro (como el sueño de Brahma: infinito e impersonal), sino una línea histórica que comienza con el génesis y finaliza en el juicio final (2). Con la idea del juicio final el tiempo se personifica (la salvación depende de los actos de cada persona), y la historia de la humanidad se convierte en la historia de la salvación de cada uno de los hombres. Al final de los tiempos, el mundo será juzgado; cada uno será realmente lo que es, según sus actos.

En el judaísmo, la salvación es la reposición de todas las cosas en su justo lugar, la salvación es la esperanza de restaurar el conjunto total (3). La salvación tiene dos perspectivas: recuperar lo perdido y realizar la utopía. Estas dos perspectivas se conjugan: la restauración tiene perspectivas utópicas, y la utopía sueña con reconstrucciones de lo primigenio. En ambos casos se comparte un mismo sueño: la venida del estado paradisíaco. La Modernidad retomó esta creencia, pero con una diferencia: el paraíso depende de la actividad humana. Ahora se cree que con esfuerzo y sufrimiento se puede lograr la utopía. El progreso es la ilusión que cree que el hombre puede ser dueño de su propio futuro. Esta esperanza otorga significado al dolor y organiza la vida política: hoy debe ser mejor que ayer, y mañana debe ser mejor que hoy.

En el Cristianismo se estableció una relación entre historia y salvación, y en la Ilustración la idea de salvación fue secularizada: la salvación ya no es un milagro, como sucedía en la visión apocalíptica judía, sino un trabajo a realizar. El progreso se convirtió en un proyecto individual: cada persona debe subir peldaños y lograr el éxito esperado, realizar su propia utopía. Debido a que nunca se alcanza la meta final (nunca se logra la felicidad esperada), siempre hay que explicar cuál es la causa del sufrimiento, encontrar la razón del repetido fracaso. Francisco Pereña explica que, cuando hay dolor, es frecuente que aparezca la interpretación de que el otro es la causa de la desgracia. En estos casos el otro queda colocado como "objeto persecutorio": se le atribuye al otro la causa de la infelicidad, del dolor y del fracaso. Cuando el argumento de la salvación busca una "solución final", se impone un acto decidido a realizar: se condena al otro, se le margina y se le desecha. Estos procedimientos son argumentados y animados por el entusiasmo de un grupo de pertenencia (camarilla de amigos, colectivo terapéutico, grupo familiar, comunidad religiosa, institución política) que comparten un mismo ideal: salvarse sin importar los sacrificios impuestos. La identificación con el grupo de pertenencia provee una imagen de fuerza que enmascara la crueldad y la indolencia: el grupo intercambia el desamparo por la pertenencia colectiva y trueca la tristeza angustiante por el ánimo de realizar el sacrificio de una víctima.

En oposición a la historia de salvación o de progreso, Francisco Pereña propone considerar la visión trágica de los griegos. Lo trágico es saber que no se puede vivir sin engaños, y a la vez es quererse desengañar. Aunque seamos seres ficcionales (endebles como un sueño, dice Esquilo (4)), el hombre trágico -como sucede con Kafka, quien confiesa que nunca quiso salvarse ni con los estudios ni con el trabajo- sabe que no hay salvación, no hay progreso, no hay futuro paradisíaco, no hay salud, no hay vejez feliz: "Los hombres no son felices y después mueren" (5).

Vivir para la salvación es una esperanza grande que puede otorgar ánimo y fuerza, pero es algo profundamente irreal. El psicoanálisis pretende ser una clínica realista. Francisco Pereña recurre a las tragedias de Sófocles para estar lo más cerca posible del realismo, en lo más íntimo de la experiencia humana. Retoma dos conceptos importantes: tyché y até. La tyché puede ser traducida como destino o fortuna, pero Aristóteles la describió como repetición azarosa. La tyché se representa como una serie de acontecimientos contingentes y concatenados que se oponen a la voluntad de los humanos. La tyché gobierna la vida de los mortales y es singular e intransferible: nadie puede descargar en el otro su propia tyché, y no es posible vivir la tyché de otro. La tyché impone destino y responsabilidad.

La tyché es irracional: no se puede predecir, prohibir, ordenar, entender o explicar. La tyché es la equivocación que no se puede evitar, es la herida por la cual desangra el proyecto de salvación. La tyché es lo inevitable y es lo incurable, es la fatal repetición del fracaso: todo pudo haber sido de otro modo, incluso debió de haber sido de otro modo, pero no fue así. La tyché es el "error trágico": es el cruce entre tres caminos de Edipo, es la locura de Ájax, es la obstinación de Antígona, es el manto de Deyanira.

Lo opuesto a la tragedia griega es el Cristianismo: mientras que el juicio final divide el mundo entre salvados y condenados, por lo que cada cristiano debe ser un militante obediente para evitar la desgracia, la tragedia griega no establece la fatal división entre buenos y malos; se trata de una comprensión compleja y realista de la existencia humana: el futuro es un destino insalvable, por lo que cada mortal debe amar la tyché, y así puede vivir resistiendo.

La tyché es una contingencia ineludible e innecesaria que enfrenta a cada uno con su até, diosa del extravío (6), que puede traducirse como "desgracia inevitable" y puede remitir a un sufrimiento atroz: "La desgracia es mayor de lo que se puede tolerar", le dice el mensajero a Corifeo antes de que aparezca Edipo con la cara ensangrentada, andando a tientas (7). Até es la repercusión afectiva de la tyché. Como sucede con Antígona, todos los mortales se dirigen a su até. A cada quien le llega el momento de la desgracia: el até es lo insoportable que, si se quiere vivir, debe soportarse.

Cuando un paciente acude al psicoanalista, frecuentemente llega enfrentado a su tyché sufriendo su até. ¿Qué hacer? En momentos de desgracia no hay nada peor que crear un nuevo discurso de salvación. Cada vez que alguien quiere salvarse, aumenta su infortunio, porque aún no ha comprendido lo esencial: la tyché repite, una y otra vez, el mismo sufrimiento. No hay remedio: la esencia de la repetición es que se repite.

Cada vez que se quiere evitar lo inevitable, se padece más y se produce más daño. Cada vez que los hombres se agrupan para salvarse, aparece el odio, la acusación, la burla y la marginación de un proscrito. La puesta en práctica de la salvación es la adhesión grupal que se alivia de su propio malestar con el rechazo del otro: todo grupo de pertenencia intenta desviar hacia una víctima sacrificable una violencia que amenaza con herir a sus propios miembros. En momentos de crisis, la víctima debe ser cada vez más "preciosa" (8). La salvación grupal es la misma mentira compartida, la misma oferta de salvación, la misma crueldad colectiva que se ejerce una y otra vez contra el extranjero, y la misma insensibilidad e indiferencia. ¿Cómo detener esto?

En la clínica del sujeto propuesta por Francisco Pereña, el psicoanálisis puede ser un oficio honesto cuando puede escuchar el sufrimiento sin ponerle solución; pacífico cuando permite enfrentar el dolor de vivir elaborando el duelo por el objeto persecutorio. El psicoanálisis pierde su posibilidad de escucha cuando se organiza a partir de metas terapéuticas o grupos sectarios que imponen un programa de salud o de salvación. En la perspectiva de la tragedia griega, el problema que enfrenta la clínica psicoanalítica es preguntarse cómo amar la propia repetición, cómo resistir a la desgracia sin quedar muerto antes de tiempo, cómo aceptar el propio destino sin designar enemigos, proscritos o perseguidores.

Repetición e historia: un ensayo sobre lo trágico es un libro bien logrado en el que la literatura, la filosofía y la clínica del psicoanálisis convergen en propuestas novedosas. Por ejemplo, Francisco Pereña realiza una consideración clínica de la tyché distinta a la doctrina lacaniana. La tyché no es el encuentro inevitable con lo real, sino el encuentro con la repetición del propio carácter. No es desde la concepción educativa inglesa del siglo XIX que Francisco Pereña considera la noción de carácter (discurso en el que se desarrollaron los trabajos de Stuart Mill y Alexander Bain), sino en el sentido que Heráclito le otorga: "El carácter es para el hombre su destino". La palabra griega χαρακτηρ alude a un instrumento para inscribir una marca distintiva. El carácter es el modo en que cada quien ha sido marcado y afectado por los otros, los medios con los que ha sobrellevado su vida, el modo en que enfrenta su necesidad del otro y la manera en que reacciona ante la insuficiente compañía que el otro puede brindarle. El carácter es la repetición singular de una contingencia que rompe, una y otra vez, cualquier proyecto de salvación. La esencia del propio carácter es la inevitable repetición, las marcas afectivas que generan un modo singular de sentir y actuar. La tragedia es irremediable: no importan los esfuerzos, la esencia del carácter es que uno mismo provoca el error que quiere evitar.

Francisco Pereña recurre a Sófocles, Freud, Nietzsche, Kafka, Celan, Benjamin, para abordar preguntas fundamentales que acontecen en todo proceso psicoanalítico: ¿Cómo vivir cuando el sufrimiento es una constante en la vida? ¿Cómo buscar al otro cuando no se puede evitar el daño mutuo? ¿Cómo amar cuando la decepción es el núcleo de la relación amorosa? ¿Cómo resistir al sometimiento y a la humillación cuando se es tan vulnerable y se está cada vez más cansado? ¿Cómo amar el propio carácter cuando se enfrenta cada uno a su propia repetición? ¿Cómo no quedar paralizado cuando el desamparo aparece?

La tragedia entristece, porque desmonta la interpretación paranoica de la existencia: "Creonte no es ningún dolor para ti, sino tú mismo", le dice Tiresias a Edipo (7). El dolor lo llevamos dentro. Más que pesimista, la concepción trágica puede ser una postura ética: "Lo que te sucede no puedes cargarlo a cuenta de ninguno otro, pues tendrás que soportarlo" (9). Aunque esta visión considera que la soledad es el espacio en el que el sufrimiento puede soportarse sin hacer daño al otro, esta no es una propuesta individualista o una dogmática de la soledad. Enfrentando la soledad, cada paciente puede reducir el sistema persecutorio y de miedo para poder crear la demanda inconsciente que puede articular el desamparo con la súplica al otro (9). La mujer y el hombre trágico son el amante que, de modo solitario, han respondido afirmativamente a la pregunta más radical del amor: ¿Puedes amar la tyché que hay en el otro?

Aunque sufre su pathos, el amante ha decidido amar al otro y ha comprendido que la pulsión sólo encuentra sentido en el eros: aunque Electra sucumba al rencor y a la venganza, Clitemnestra defiende su deseo sexual y resiste al juicio familiar sin buscar redención; aunque ha aparecido lo insoportable, Yocasta le suplica a Edipo que no tema al azar (tyché), que soporte la gracia y la desgracia de la vida; aunque la han condenado a morir emparedada, Antígona cuida del cuerpo proscrito de Polinices y no claudica ante la ley irreflexiva, severa e insensible de Creonte. El amante cuida de un otro irremplazable, y este amor le entrega la especificidad de su deseo. Resiste sin queja y sin reclamo, sabe que en momentos está solo, que lo estará... Aunque el amor no es ninguna salvación, puede ser el cuidado compartido de una vulnerabilidad común.

La visión clínica trágica no es un estoicismo o una sanación, porque no pretende suprimir el deseo o eliminar el sufrimiento con consejos terapéuticos. En oposición a las prácticas psi que con sus ofertas de salud se han convertido en un nuevo discurso de éxito y salvación en el que los "profesionales de la salud" actúan como nuevos redentores, Francisco Pereña profundiza en la tragedia de ser mortal, y no ser eterno. Este ensayo sobre lo trágico es una crítica radical a la mercantilización de la práctica clínica, a la formación de sectas terapéuticas y a toda oferta que proponga una "fórmula de la felicidad", una "solución final" o un sacrificio del "chivo expiatorio". Más que una promoción de la salvación o del progreso, más que aliento a la queja o al resentimiento, el psicoanálisis es un espacio en el que el sujeto puede interrogarse sobre su propia angustia, sobre su propia repetición y síntoma. El libro de Francisco Pereña es una importante aportación a la posibilidad de ejercer una práctica clínica sin causa final, cercana al realismo. Este ensayo es una reflexión sensible y una propuesta ética honesta: nosotros mismos debemos padecer el sufrimiento que llevamos dentro... no los demás.

 

Bibliografía

1. Pereña F. El hombre sin argumento. Una introducción a la clínica psicoanalítica. Madrid: Síntesis; 2002.         [ Links ]

2. Paz O. Los hijos del Limo. En: Obras completas, edición del autor. Tomo I: La casa de la presencia: poesía e historia. 2a ed. 4a reimp. México: FCE; 2003.         [ Links ]

3. Scholem G. Conceptos básicos del judaísmo. Trad. José Luis Barbero. Madrid: Trotta; 1998.         [ Links ]

4. Esquilo. Prometeo encadenado. En: Tragedias. Trad. Bernardo Perea. Madrid: Gredos; 2008.         [ Links ]

5. Pizarnik A. Diarios. 2a ed. Lumen: Barcelona; 2014.         [ Links ]

6. Barthes R. Fragmentos de un discurso amoroso. Trad. Eduardo Molina. 17a edición. México: Siglo Veintiuno; 2004.         [ Links ]

7. Esquilo. Edipo rey. En: Tragedias. Trad. Assela Alamillo. Madrid: Gredos; 2002.         [ Links ]

8. Girard R. La violencia y lo sagrado. Trad. Joaquín Jordá. Barcelona: Anagrama; 1995.         [ Links ]

9. Pereña F. Repetición e historia: un ensayo sobre lo trágico. Madrid: Síntesis; 2015.         [ Links ]

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