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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

versión On-line ISSN 2340-2733versión impresa ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.43 no.144 Madrid jul./dic. 2023  Epub 15-Ene-2024

https://dx.doi.org/10.4321/s0211-57352023000200015 

Dossier (Coordinado por Francisco del Río Noriega, José Mª Valls Blanco y Mariano Hernández Monsalve)

El centenario de dos Castillas del Pino: el intelectual y el psiquiatra

The centenary of two Castillas del Pino: the intellectual and the Psychiatrist

José Lázaro (orcid: 0000-0002-5811-2342)1 

1Profesor de Humanidades Médicas. Departamento de Psiquiatría. Facultad de Medicina. Universidad Autónoma de Madrid.

Resumen:

Con ocasión del centenario de Carlos Castilla del Pino (15 de octubre de 2022) se analiza la relación que existe entre sus dos facetas públicas: la psiquiátrica y la intelectual. Al revisar cronológicamente sus publicaciones aparecen claramente cuatro etapas que oscilan entre esos dos polos: empiezan siendo puramente psiquiátricas (1946-66), se desplazan luego hacia lo ensayístico (1966-71), vuelve a predominar la psiquiatría (1971-87) y finalmente se decanta por el ensayo literario-memorístico (1989-2010). El análisis de la recepción que tuvo Castilla del Pino por la psiquiatría académica (hostil) y por la intelectualidad progresista (entusiasta), junto con algunos testimonios personales, acaba de ilustrar esas dos facetas de su personalidad.

Palabras clave: Castilla del Pino; psico(pato)logía; celos; intelectualidad; ensayo; historia

Abstract:

On the occasion of Carlos Castilla del Pino's centenary (15 October 2022), we analyse the relationship between his two public facets: the psychiatric and the intellectual. A chronological review of his publications clearly shows four stages that oscillate between those two poles: they begin as purely psychiatric (1946-66), then move towards essays (1966-71), psychiatry again predominates (1971-87) and finally he opts for literary-memoiristic essays (1989-2010). The analysis of Castilla del Pino's reception by academic psychiatry (hostile) and by the progressive intelligentsia (enthusiastic), together with some personal testimonies, just illustrate these two facets of his personality.

Key words: Castilla del Pino; psycho(patho)logy; jealousy; intellectuality; essay; history

El 15 de octubre de 2022 se conmemoró el centenario del nacimiento del psiquiatra y escritor Carlos Castilla del Pino, nacido en San Roque. La ocasión sirvió de estímulo para reflexionar sobre un aspecto que se puede considerar nuclear en la vida y en la obra de Castilla. Esta reflexión puede partir de una ocurrencia de Oliver Wendell Holmes (1809-1894) que Unamuno difundió en España al comentarla en las primeras páginas de sus Tres novelas ejemplares y un prólogo; fue adaptada por Laín Entralgo al castellano de esta manera: “En cada Tomás hay tres Tomases: el que él cree ser, el que los demás creen que es y el que él es realmente y solo Dios conoce” (1).

La tesis es sin duda acertada, pero se queda corta, pues la idea de Tomás que tiene cada uno de los que lo conocen es diferente, y la que él tiene de sí mismo también varía con la edad, los triunfos y fracasos o los estados de ánimo. Son muchas las personalidades que conviven en cada persona. Este tema es central en la teoría del sujeto elaborada por Castilla. La tesis de que todos tenemos múltiples yoes dentro del sujeto que somos está en el núcleo central de su pensamiento maduro: cada persona contiene diferentes yoes, que incluso pueden entrar en contradicción unos con otros, pues nuestra manera de ser es diferente en cada situación, varía en función de las circunstancias y las demás personas con que interactuamos. Para Castilla el conjunto de todos nuestros yoes es lo que denomina sujeto.

Aplicándole a él su propia tesis se observa que entre los muchos yoes que fue en su vida hay dos que son a la vez distintos e interdependientes: el profesional especializado en psiquiatría y el intelectual que habló y escribió sobre muchos temas para un público amplio. Es interesante analizar la relación entre uno y otro.

En el prólogo al libro Temas. Hombre, cultura, sociedad (una recopilación de artículos, la mayoría periodísticos) (2), Castilla comentó esa dialéctica entre la exigencia de focalizar los conocimientos a que está sometido todo especialista y su imposibilidad personal de “dejar pasar una buena parte de la realidad y de sus versiones -el libro, el cuadro, el paisaje, la gente…- sin tratar de saber de ella en algún sentido, como un espectador, pero espectador que toma partido”, al menos como opinante. El ejemplo que él pone es una comparación entre lo que enseñan sobre el ser humano la psicología o la sociología y lo que aporta la novela sobre su realidad objetiva pero también sobre sus mundos subjetivos e íntimos (2).

*

Al revisar el conjunto de su bibliografía, se constata que todos los libros y artículos que publicó en vida pueden esquemáticamente dividirse en dos tipos: ensayo y psico(pato)logía (término que él mismo eligió para referirse a sus trabajos sobre los mecanismos mentales normales y patológicos). Estos dos grupos de escritos corresponden a esas dos facetas públicas (que no son, desde luego, independientes entre sí): la intelectual y la profesional. Con referencia a ambas, en sus publicaciones y en la repercusión de las mismas, pueden distinguirse cuatro etapas, de diferente duración, en cada una de las cuales claramente predomina uno u otro: o bien el escritor y ensayista o el especialista en psiquiatría. Y a lo largo de su vida él se desplaza entre ambos polos en un doble movimiento pendular desde lo profesional a lo cultural, con vuelta a lo profesional y conclusión en lo cultural.

La etapa inicial abarca veinte años (1946-1966) de producción muy técnica, publicada en revistas especializadas y actas de congresos científicos. Concluye con el rechazo que sufre en sus intentos de obtener una cátedra, personificado en su antiguo maestro López Ibor, por entonces omnipotente caudillo de la psiquiatría académica.

La segunda etapa comienza con Un estudio sobre la depresión (3). En seis años publica, en rápida sucesión, obras como La culpa, 1968 (4); Dialéctica de la persona, dialéctica de la situación, 1968 (5); Psicoanálisis y marxismo, 1969 (6); La incomunicación, 1970 (7); Cuatro ensayos sobre la mujer, 1971 (8) o Sexualidad y represión, 1971 (9). Todos ellos se reeditan una y otra vez, pues los años finales del franquismo y los primeros de la transición son los de su gran éxito como intelectual de izquierdas (militante del Partido Comunista) y estas obras se convierten en lectura obligada para los españoles con inquietudes culturales. Su presencia como conferenciante en múltiples foros y como colaborador en publicaciones progresistas es constante. Es posible que al constatar el rechazo de las autoridades universitarias decidiese buscar un público distinto, más receptivo a un discurso como el suyo: todo el público culto español. De la encorsetada escritura académica anterior pasó a un ensayismo libre que se beneficiaba de su solidez intelectual pero se abría a temas de un interés mucho más general. El éxito de esa reorientación fue total.

La siguiente etapa abarca desde Vieja y nueva psiquiatría, 1971 (10) hasta Cuarenta años de psiquiatría, 1987 (11). En estos tres lustros Castilla vuelve a dar primacía (no exclusiva) en su escritura a los temas profesionales y especializados, con libros como Introducción a la psiquiatría, 1978-79 (12) o Teoría de la alucinación, 1984 (13). Los ensayos de la etapa anterior se siguen reeditando, pero los libros nuevos se dirigen a un público más restringido. En cierto modo se han integrado los estilos de los dos primeros períodos, pero vuelve a predominar (al menos en los libros, no tanto en los artículos y actos públicos) el profesional de la psiquiatría.

La cuarta y última etapa abarca desde la citada recopilación de artículos periodísticos y ensayísticos Temas. Hombre, cultura y sociedad, 1989 (2) hasta Aflorismos. Pensamientos póstumos, 2011 (14). En estos años vuelve a predominar el género ensayístico y aumenta mucho el componente literario. Castilla recupera ahora una gran cantidad de lectores, especialmente con la extraordinaria primera parte de sus memorias, Pretérito imperfecto (15) y con la consistente Teoría de los sentimientos (16).

Esta nueva periodificación hay que considerarla bibliográfica y externa, a diferencia de otra, la de carácter interno, que va teniendo su pensamiento psico(pato)lógico; es la más importante y en ella están de acuerdo prácticamente todos los comentaristas de su obra (17-19), entre otras razones porque él mismo la señaló en varias ocasiones. Recogiendo el resumen elaborado para varias publicaciones anteriores (20, 21), puede sintetizarse así:

Su formación inicial estuvo condicionada por la psiquiatría fenomenológica (tal como era entendida en el entorno de López Ibor). Pero más tarde intentó superar de forma critica la fenomenología (que llegó a parecerle muy rudimentaria), rechazó la analítica existencial y se abrió tanto a los avances de la psiquiatría orgánica como a las corrientes psicoanalíticas y sociogenéticas. Articuló la psicoterapia con el análisis contextual, ya que los mecanismos psicodinámicos adquieren un sentido más pleno cuando se encuadra su análisis en el entorno social en el que se producen. Sus lecturas sobre sociología, antropología, psicoanálisis y marxismo le condujeron a la elaboración de una “antropología dialéctica”. Toda esta evolución intelectual corresponde a los dos primeros períodos de los cuatro distinguidos anteriormente.

Desde finales de los años sesenta pasa a primer plano en la obra de Castilla el interés por el lenguaje. Según su planteamiento, la vida social (en la que se desarrolla la existencia humana y en la que irrumpe la enfermedad mental) es una red de relaciones interpersonales. Cada una de esas relaciones nos obliga a realizar interpretaciones de las conductas que podemos observar en nuestros semejantes, con el fin de conjeturar de forma adecuada sus motivaciones. Todo acto de conducta puede ser considerado como un discurso interpretable y entre ellos el discurso hablado es particularmente importante, aunque no sea el único. El problema que tendremos ante cada interlocutor —y los clínicos ante cada paciente— es el de realizar interpretaciones acertadas. La evolución intelectual de Castilla del Pino le llevó a buscar los fundamentos de esa interpretación en la lingüística, y en particular en la hermenéutica del lenguaje, la disciplina que permite comprender la significación de los actos de conducta para inferir a partir de ellos las motivaciones del sujeto.

Toda esta trayectoria desembocó en su intento más maduro de elaborar una ciencia de la conducta y del sujeto que la realiza. La denominó “psico(pato)logía” porque intentaba englobar tanto la psicología del sujeto sano como la patológica. Esta ciencia aspiraba a ser el corpus teórico que sirviese de base a la práctica psiquiátrica. Se apoyaba en la mencionada idea de que todo acto de conducta (a diferencia de los puramente fisiológicos) tiene sentido, por lo que el psicopatólogo tendrá que interpretar el sentido del discurso (verbal y extraverbal) del paciente como primer paso para poder ayudarle terapéuticamente. Castilla pensaba que la psiquiatría sigue enfrentándose a fenómenos como el delirio con criterios diagnósticos intuitivos y ambiguos, que deben ser superados mediante un análisis riguroso de su base lógica, su estructura formal y su significación. Desde esta perspectiva, las conductas psicóticas son actos comunicativos que se expresan mediante formulaciones lingüísticas, por lo que son estas formulaciones las que resultan directamente accesibles al clínico. Por consiguiente, Castilla introdujo su propia terminología psicopatológica y no hablaba ya —en sus textos más técnicos— de ilusiones, alucinaciones y delirios, sino de varios tipos de ilusemas, alucinemas y deliremas, que son sus formulaciones verbales. Su proyecto, como hemos dicho, fue la construcción de una nueva psico(pato)logía científica cuyas principales ciencias de referencia eran las ciencias del lenguaje.

*

Cuando Carlos Castilla del Pino cumplió 80 años, el 15 de octubre de 2002, la Fundación que lleva su nombre le preparó como regalo un libro en el que se invitó a colaborar a una cuarentena de amigos suyos (22). El libro, ampliamente ilustrado, se organizó en cuatro secciones, que tenían el siguiente contenido (Figura 1):

Figura 1. Cubierta e índice del libro: Con Carlos Castilla del Pino en su cumpleaños 

Este índice es, entre otras cosas, todo un retrato del mundo intelectual y profesional en el que se movieron los dos Castillas del Pino objeto de este artículo. El porcentaje de escritores, artistas e intelectuales frente al de psiquiatras y psicólogos es aproximadamente de 3-1, como anuncian ya los títulos de las cuatro partes en que el libro fue dividido: “Desde la universidad”, “Desde el oficio de escribir” y “Desde cualquier rincón” frente a “Desde la profesión (médicos, psiquiatras y psicólogos)”.

Este resultado, este 3-1, es un primer indicio del fenómeno que aquí interesa comentar: el contraste entre la acogida calurosa que le brindó a Castilla el mundo intelectual español y el silencio con que lo apartó el mundo de la psiquiatría académica. Que no fue, por supuesto, toda la psiquiatría española, pues también había una psiquiatría más joven, políticamente más izquierdista, que en la medida de sus posibilidades le dio a Castilla todo el apoyo que pudo a partir de los años setenta. Pero el poder institucional estaba en manos de la psiquiatría académica, en la que él había querido ingresar desde muy joven; fue el rechazo traumático de esa psiquiatría universitaria lo que frustró la carrera docente que había proyectado y tuvo unas consecuencias personales muy dañinas para él, como es bien sabido.

*

La relación dialéctica entre ambos Castillas apareció cuando tuve que elegir un libro suyo para contribuir con su reedición a conmemorar este centenario. Acabé eligiendo Los celos precisamente porque es un texto escrito para un público culto, pero mucho más amplio que el de sus obras psiquiátricas técnicas (23). Además, está escrito en la última época de Castilla, la más madura intelectualmente y la que hoy conserva más vigencia. Y por razones que seguramente tienen que ver con los azares editoriales, es uno de sus libros menos conocidos; de hecho, tuvo una única edición, junto con otros dos textos temáticamente diversos y con el título de Celos, locura, muerte (1995) (24). Profesional e intelectual se conjugan aquí de forma ejemplar: apoyándose en la teoría que había elaborado profesionalmente, así como en su propia experiencia clínica, usa el estilo accesible de sus escritos para el gran público y se centra en un tema del mayor interés general. Difícilmente se podría encontrar un libro más adecuado para contribuir a la recuperación de su figura.

Figura 2. Cubierta del libro de Castilla del Pino "Los celos", edición del centenario (2022). El collage de Carmen Alborch que la ilustra fue realizado como obsequio a Castilla por su 80 cumpleaños 

Esta edición del centenario se completa con una selección de escritos muy poco conocidos que redactaron hace veinte años —en el citado volumen preparado para festejar su 80 cumpleaños— algunos de sus amigos: Victoria Camps, Luis García Montero, Amelia Valcárcel, Javier Muguerza y Antonio Muñoz Molina. Este último evoca al Castilla que recién acabado el bachillerato llega a Madrid ansioso de un conocimiento que no podía encontrar en su entrañable pueblo andaluz. Lo compara con el Muñoz Molina que treinta años después hará lo mismo, pero con una ventaja: lleva en su maleta varios libros de Carlos Castilla del Pino, aquellos pequeños volúmenes de Alianza que los estudiantes de la época devorábamos con avidez. Muñoz Molina pone como título a su escrito: “Testimonio de una gratitud personal”. Es un título injustamente modesto. Debería haber sido: “Testimonio de una gratitud generacional”.

*

Un par de escenas de las que puedo dar testimonio personal, ilustran aquel rechazo y la gallarda respuesta de Castilla. En diciembre de 1986 se celebraron en el Ateneo de Madrid unas jornadas de homenaje a Lafora, la figura más destacada de la psiquiatría madrileña antes de la guerra (25). El autor de estas páginas, recién licenciado, tuvo el abrumador honor de que le tocara compartir mesa con Carlos Castilla del Pino.

Figura 3. Carlos Castilla del Pino y el autor de este artículo en un homenaje a Lafora. Ateneo de Madrid, 1986 

En aquella época el autor de este artículo estaba en contacto con el viejo catedrático jubilado de Barcelona Ramón Sarró, con el objetivo de hacerle una entrevista para la Revista de la AEN (26). Sarró había sido, desde la Guerra Civil, el López Ibor de Cataluña, ya que entre ambos se repartieron la cúpula del poder psiquiátrico desde los años cincuenta, especialmente tras la jubilación de Antonio Vallejo Nágera, que por su papel en la Guerra Civil —e incluso por sus relaciones personales— había sido en los años cuarenta la personalidad más poderosa de la psiquiatría nacional e incluso había ganado las primeras oposiciones a cátedra de Psiquiatría en 1947 frente a López Ibor. Sarró presumía mucho de su estancia en Viena en los años treinta, su entrevista con Freud —al que le solicitó un análisis y este le dijo que no tenía horas libres y lo derivó a Helen Deutsch—, sus relaciones con los miembros del grupo psicoanalítico y otras cuestiones histórico-psiquiátricas. Cuando leyó el texto de la entrevista mecanografiado dio el visto bueno para la publicación, pero dejando claro que no le gustaba “porque se habla mucho de Freud y poco de Sarró”, como dijo literalmente.

Al publicarse el programa de las jornadas en el Ateneo, Sarró llamó por teléfono y comunicó que quería participar con una conferencia sobre su amigo Lafora. (Por cierto, la conferencia consistió en que Sarró imagino una escena en que recibía a Lafora en su biblioteca en Barcelona —mucho mejor que la suya, precisó— y Lafora le decía: “Doctor Sarró, ¿me podría explicar sus teorías sobre el delirio?” Y allí empezó una larguísima explicación de su anunciadísimo libro sobre los delirios, que nunca llegaría a publicar. Para lograr que terminase y poder irse a cenar, parte del público tuvo que aprovechar una breve pausa en su infinito discurso y empezar a aplaudir con entusiasmo mientras se ponía de pie y buscaba el camino hacia la puerta).

En un momento de aquellas jornadas, Carlos Castilla nos comentó a dos o tres personas que Sarró le había abordado en un pasillo y le había dicho: “Doctor Castilla, usted nunca me cita a mí en sus libros”. No recuerdo si Castilla nos contó lo que le había respondido exactamente a Sarró, pero sí lo que nos dijo a nosotros: para poder citarlo, antes tendrá que escribir algo que sea citable. La verdad es que Castilla era muy capaz de haberle dicho eso mismo a Sarró en la cara.

La segunda escena biográfica que quiero evocar de forma mucho más breve ocurrió bastantes años después, la última vez que visite a Castilla del Pino en Córdoba. En un momento dado me contó que había recibido una carta en que un grupo de catedráticos le invitaban a escribir el capítulo sobre los delirios en un amplio tratado de psiquiatría colectivo. Ante la pregunta: “¿Y qué vas a hacer?”, respondió: “Ni siquiera les voy a contestar. Eso tendrían que habérmelo pedido hace muchos años”.

Estas dos escenas reflejan perfectamente las profundas cicatrices que dejó aquella otra, muy conocida y varias veces publicada, del día en que le suspendieron, con profunda injusticia, las últimas oposiciones a las que se presentó. Me refiero al momento en que el tribunal leyó su veredicto y Castilla les tiró a la cara las fichas que había utilizado para su exposición diciéndoles que se las regalaba a ver si aprendían algo. Ahí acabó su relación personal con la psiquiatría académica y empezó su “espléndido aislamiento cordobés”. Un aislamiento doloroso pero que él decidió invertir a su favor. A la pregunta de si aquella situación había supuesto alguna ventaja desde el punto de vista de la libertad de pensamiento, respondió así en el año 2002: “Una ventaja enorme. La verdad es que no cambiaría esa situación, a pesar del rechazo que sufrí. El sentimiento de soledad me fortaleció. Había dos opciones: reaccionar como un paranoico o intentar seguir mi camino propio. Yo elegí la segunda: me entregué al trabajo desaforadamente” (27).

En Córdoba, aun teniendo vedada la universidad hasta los años de la transición, logró crear una auténtica escuela psiquiátrica y no fueron pocos los médicos recién licenciados de otras regiones españolas que, atraídos por su figura, se trasladaron a esa ciudad andaluza para hacer allí la especialidad. (Muchos psiquiatras y psicólogos que no pertenecieron a la escuela de Córdoba pero sí fueron influidos por Castilla del Pino se agruparon, y se agrupan, precisamente en la AEN; fue esta asociación, desde el giro que dio en los años setenta, la que acogió la parte más crítica e izquierdista de la psiquiatría española, y la que integró en su seno, con todos los honores, a Castilla del Pino).

Fuera de Córdoba, en los últimos años del franquismo y los primeros de la transición, la lectura de Castilla no era clandestina (salvo en algunas ocasiones en que textos tuyos pasaban fotocopiados de mano en mano), pero sí se producía al margen de los programas oficiales de formación universitaria. En los años setenta y ochenta se leía en España a Castilla del Pino como se leía a Freud, a Marcuse o a Wilhelm Reich, con el placer adicional de que sus textos no formasen parte de los programas oficiales

*

En la citada entrevista realizada en los cursos de verano de Santander en el año 2002, y que ha sido incluida en esta misma edición de Los celos (23), le planteé directamente a Castilla la cuestión de la siguiente manera:

    —. En múltiples ocasiones has hablado de tus tempranos esfuerzos para llegar a ser catedrático y de los intentos fallidos. Incluso has declarado que no haber sido catedrático por oposición ha sido tu gran frustración. Muchos aspiran a una cátedra para desarrollar su vocación docente e investigadora; otros para lograr prestigio intelectual, éxito económico, acceso a tribunas públicas, difusión de sus ideas… Sin haber sido catedrático hasta muy tarde —y por vía excepcional—, tú has logrado todo eso como consecuencia directa de tu trabajo. ¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué era para ti tan importante ser catedrático?

    —. Principalmente por la posibilidad de crear una escuela diversificada y, obviamente, no es lo mismo obtener la cátedra a los 40 años que a los 63. Para mí, la docencia, por definición, llevaba implícita la investigación. Y la docencia es una tarea para mí maravillosa. En mi vida han sido tan importantes algunos maestros que tal vez por eso ser catedrático era algo esencial. Ya en la Universidad, pero en un estatus precario, pasé etapas muy duras. Mis colaboradores me decían: “¿cómo puede aguantar?”. Pero era tal el placer que me producía estar con los alumnos, verlos entusiasmarse en las clases… Han pasado 15 años y tengo detalles, muchos, conmovedores de esos antiguos alumnos, que hoy desarrollan actividades muy varias en la Medicina. Siempre comenzaba el curso asegurándoles que todos aprobarían, porque les examinaría las veces que hiciese falta hasta que supiesen la materia; que no tenían por qué venir a clase; que si lo hacían, sería porque les interesara; que en los exámenes tendrían libros para resolver cuestiones de detalle… Siempre teníamos las clases llenas. Fui el primer profesor que hizo encuestas a los alumnos para que nos evaluaran. Las tengo archivadas: son nuestro orgullo (27, p. 202).

Pienso que en este caso conviene dejar de lado su respuesta y convertir aquella pregunta de hace veinte años en una afirmación. No recuerdo cuál fue el escritor francés que señalaba lo absurdo que resulta querer llegar a ser algo cuando ya se ha demostrado la capacidad de ser alguien. Un cargo de catedrático o de ministro (en algunos casos patológicos, incluso el de presidente de una comunidad de vecinos) puede ser importantísimo para los que necesitan llegar a ser algo. Pero un Picasso, un Ferlosio o un Cioran no tienen necesidad de llegar a ser algo porque ya por sí mismos son alguien. ¿Podemos imaginárnoslos, a cualquiera de los tres, como ministros de Cultura?

Castilla del Pino no necesitó ganar una cátedra para desarrollar su vocación docente e investigadora, para lograr prestigio intelectual, reconocimiento social, acceso a tribunas públicas, difusión de sus ideas… Todas esas cosas las consiguió exclusivamente por el valor de su trabajo, como un reconocimiento personal que no se debía a ningún tipo de plataforma institucional. Parece bastante claro que, incluso aunque él pensase lo contrario, no tenía ninguna necesidad de obtener una cátedra para llegar a ser algo porque él mismo, por su propia potencia y calidad personal, era ya desde siempre alguien.

Bibliografía

1 Laín Entralgo P. Idea del hombre. Barcelona: Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 1996; p. 42. [ Links ]

2 Castilla del Pino C. Temas. Hombre, cultura y sociedad. Barcelona: Península, 1989. [ Links ]

3 Castilla del Pino C. Un estudio sobre la depresión. Fundamentos de antropología dialéctica. Barcelona: Península, 1966. [ Links ]

4 Castilla del Pino C. La culpa. Madrid: Revista de Occidente, 1968. [ Links ]

5 Castilla del Pino C. Dialéctica de la persona, dialéctica de la situación. Barcelona: Península, 1968. [ Links ]

6 Castilla del Pino C. Psicoanálisis y marxismo. Madrid: Alianza, 1969. [ Links ]

7 Castilla del Pino C. La incomunicación. Barcelona: Península, 1970. [ Links ]

8 Castilla del Pino C. Cuatro ensayos sobre la mujer. Madrid: Alianza, 1971. [ Links ]

9 Castilla del Pino C. Sexualidad y represión. Madrid: Ayuso, 1971. [ Links ]

10 Castilla del Pino C. Vieja y nueva psiquiatría. Madrid: Seminario y Ediciones, 1971. [ Links ]

11 Castilla del Pino C. Cuarenta años de psiquiatría. Madrid: Alianza, 1987. [ Links ]

12 Castilla del Pino C. Introducción a la psiquiatría. 2 vols. Madrid: Alianza, 1978-1979. [ Links ]

13 Castilla del Pino C. Teoría de la alucinación. Una investigación de teoría psico(pato)lógica: Madrid: Alianza, 1984. [ Links ]

14 Castilla del Pino C. Aflorismos. Pensamientos póstumos. Barcelona: Tusquets, 2011. [ Links ]

15 Castilla del Pino C. Pretérito imperfecto. Barcelona: Tusquets, 1997. [ Links ]

16 Castilla del Pino C. Teoría de los sentimientos. Barcelona: Tusquets, 2000. [ Links ]

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19 Vicente B, Monteiro A, Liappas J, Jenner FA. Castilla del Pino's contribution to a scientific psychopathology. Psychopathology 1989; 22: 35-41 [ Links ]

20 Lázaro J, Hernández-Clemente JC. Carlos Castilla del Pino: la oposición psiquiátrica. Claves de Razón Práctica 2009; (194): 48-53. [ Links ]

21 Lázaro J. Castilla del Pino, Carlos. Diccionario Biográfico Español. Madrid: Real Academia de la Historia, 2010; pp. 454-57. [ Links ]

22 AA.VV. Homenaje a Carlos Castilla del Pino en su 80 cumpleaños. Córdoba: Fundación Castilla del Pino, 2002. [ Links ]

23 Castilla del Pino C. Los celos. Madrid: Editorial Triacastela, 2022. (Edición de José Lázaro). [ Links ]

24 Castilla del Pino C. Celos, locura, muerte, Madrid: Temas de Hoy, 1995. [ Links ]

25 Huertas R, Romero AI, Álvarez R (eds.). Perspectivas psiquiátricas. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1987. [ Links ]

26 Lázaro J. El doctor Ramón Sarró y la historia de la psiquiatría. Rev Asoc Esp Neuropsiq.1985; 12(5): 23-28. [ Links ]

27 Lázaro J. Entrevista a Castilla del Pino. En: Castilla del Pino C. Los celos. Madrid: Editorial Triacastela, 2022. [ Links ]

Recibido: 27 de Junio de 2023; Aprobado: 26 de Septiembre de 2023

Correspondencia: Jose.lazaro@uam.es

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